Desde hace algún tiempo, el concepto de control interno ha venido cobrando una creciente relevancia en el ámbito empresarial, y el enfoque bajo el cual tradicionalmente lo comprendíamos ha evolucionado de manera significativa.
Este dejó de verse únicamente como un conjunto de procedimientos enfocados en la contabilidad y la protección de activos, para entenderse hoy como un proceso estratégico, dinámico e integral que involucra a toda la organización.
Esta evolución responde claramente a las nuevas necesidades del mundo empresarial, donde los entornos de negocio son cada vez más complejos y presentan riesgos operativos, regulatorios y tecnológicos que exigen que el control interno sea más ágil y esté orientado directamente al logro de los objetivos organizacionales.
A continuación, se presenta un cuadro que ilustra de manera sencilla cómo ha cambiado el entendimiento del control interno, comparando su visión tradicional con el enfoque actual propuesto por marcos como COSO.

Ahora bien, aunque el concepto se ha transformado de manera evidente, muchas organizaciones se han quedado en el pasado y continúan viéndolo como un simple requisito para “pasar la auditoría”.
Hoy suele percibirse más como una obligación que como una verdadera ventaja competitiva. Es aquí donde resulta necesario hacer un alto en el camino para repensar el enfoque y comenzar a actuar estratégicamente, utilizando el sistema de control interno como una herramienta para crecer con solidez.
Como auditora, soy plenamente consciente de que, en la mayoría de las ocasiones, los hallazgos de auditoría tienden a enfocarse en “lo que está mal”. Sin embargo, estos también pueden evidenciar áreas de mejora estructural o de eficiencia dentro de la organización.
Deben encenderse las alarmas frente a hallazgos repetitivos, como procesos excesivamente manuales, falta de segregación de funciones o autorizaciones informales, pues suelen ser síntomas de deficiencias de fondo que requieren atención inmediata.
En este sentido,
“Un hallazgo recurrente es, en realidad, una oportunidad persistente que la administración ha dejado pasar”.
Entonces, ¿Cómo podemos transformar estos hallazgos en verdaderas oportunidades estratégicas?
Lo primero es comprender su naturaleza: ¿se trata de un aspecto operativo, de cumplimiento o tecnológico? Identificar con claridad el tipo de hallazgo permitirá dimensionar su impacto.
En segundo lugar, es fundamental analizar su causa raíz, es decir, no quedarse únicamente en el síntoma evidente, sino profundizar para entender el proceso que lo origina. Finalmente, con este diagnóstico claro, se debe diseñar e implementar estrategias que no solo corrijan la situación puntual, sino que contribuyan a fortalecer los procesos y, con ello, la sostenibilidad del negocio.

Adoptar una actitud receptiva frente a cada una de las recomendaciones del auditor no solo te permitirá tener una visión más estratégica del control interno, sino que también abrirá la puerta a beneficios clave para tu organización:
- Una mejor toma de decisiones
- La reducción de riesgos operativos y reputacionales
- Un aumento en la confianza de tus stakeholders y entidades de control
- La generación de sinergias efectivas entre las áreas administrativas y operativas.
Recuerda que el auditor o revisor fiscal no está ahí únicamente para señalar errores, sino que actúa como un agente de cambio, con un enfoque colaborativo, comprometido a ser un verdadero aliado en el crecimiento y fortalecimiento de tu negocio.
Por todo lo anterior, se hace indispensable cambiar el chip y dejar de percibir la auditoría como un simple “mal necesario”. Los controles internos, cuando son bien gestionados, se convierten en el verdadero motor de transformación de tu organización.
Recuerda siempre:
“Las empresas no crecen por lo que controlan, sino por lo que hacen, con lo que aprenden al controlar.”
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