Si bien debemos mantenernos positivos y con ánimos de continuar trabajando para salir adelante, la realidad se nos muestra con dificultades. Según las previsiones del FMI, Colombia tendrá una caída de su PIB del -2,4% en el 2020.
América Latina y el Caribe tendrán un decrecimiento de -5,2% para el mismo periodo. Se espera una recesión para los próximos meses que con suerte terminará a finales del año; es más, en los últimos días se ha vuelto a pronunciar por los más pesimistas en varios sectores de opinión, las que tal vez, se consideran las peores palabras en economía, “depresión económica”, un término que no se pronunciaba desde hace 90 años. Es indudable que el momento que están viviendo las economías en la actualidad es histórico. Casi todos los países de occidente, por no decir que el mundo entero, están detenidos. El sur de Europa, que ya tenía unas condiciones difíciles antes de la crisis, sufrió las consecuencias más adversas de la emergencia y su recuperación será lenta; Estados Unidos no tiene claridad en cómo enfrentar la crisis y en América Latina, que aunque acostumbrados a sobrellevar crisis económicas, nos enfrentamos a una situación nunca antes vista.
Sin lugar a duda, el panorama es preocupante, más aún, cuando en períodos de recesión global las consecuencias son peores para las economías emergentes. El riesgo mundial aumenta, y el impacto más fuerte lo sufren las economías emergentes por los efectos que se dan de manera directa: restricciones en financiamiento, aumento en los costos de financiamiento y depreciación fuerte de las monedas.
Como consecuencia de la crisis y una vez avancen sus efectos, surgen también impactos de segundo grado o indirectos: el confinamiento, el menor contacto y disminución de demanda nacional. Estos efectos generan el riesgo de que los costos fijos o de funcionamiento superen los ingresos y que las empresas se vean abocadas a la quiebra. Especialmente en sectores que tienen una gran dependencia del contacto social o la prestación física de los servicios o entrega de productos, y las Pymes que no cuentan con el suficiente músculo financiero, poco capital, poco acceso al crédito y poca liquidez.
Estos impactos en el sector productivo tienen un efecto inminente en los niveles de empleo en la economía y la recuperación de los empleos es lenta y costosa. Aparte de los dramas sociales que representa la pérdida de empleos, ésta tiene un efecto en el corto y mediano plazo de contracción de la demanda agregada por el impacto directo en el ingreso de las personas, pero también por un aumento en el ahorro y en el deseo de liquidez de los hogares. Es decir, los hogares que tienen un mayor nivel de incertidumbre, tienden a sacrificar consumo presente, por inversión en activos seguros y de fácil liquidez que ayuden a solventar el mal momento y provean liquidez en el futuro incierto.
El efecto de la incertidumbre y la migración de flujos de efectivo a activos seguros, tiene un impacto en los mercados de crédito, con una alta demanda de liquidez que puede agotar el mercado crediticio, y que a su vez, tienen un efecto en la disminución en la inversión de proyectos de corto plazo y emprendimientos que puedan salir al mercado.
En el mediano plazo, se debe considerar el riesgo que conllevan las restricciones en la actividad económica y, los límites en la movilidad de las personas pueden tender a modificar las cadenas productivas. En principio, cuando era China el foco de la crisis se tenía incertidumbre de cómo el abastecimiento de productos desde este país se llevaría a cabo y la forma de responder a una posible escasez en las cadenas productivas mundiales. Sin embargo, hoy la realidad nos muestra una perturbación del ciclo productivo en casi todos los países del mundo, y el foco se ha centrado en lo rápido que puedan recomponerse las cadenas productivas para recobrar la normalidad en los ciclos de producción de las empresas.
En el caso de las economías emergentes, hay que tener en cuenta dos choques principalmente: en primer lugar, el precio de los commodities, en Colombia especialmente el petróleo. En un periodo de recesión se presenta un choque de demanda, es decir, el consumo se reduce, lo que inevitablemente genera una reducción del precio. Adicionalmente, la emergencia del Covid-19, se dio en medio de una guerra de precios del petróleo entre Rusia y Arabia Saudita, lo que precipitó la caída del precio en los mercados internacionales con los consecuentes efectos fiscales que esto tiene para Colombia, donde las finanzas de la Nación dependen en gran medida de las exportaciones de este mineral.
En segundo lugar, efecto que puede impactar las economías de los países emergentes, son las restricciones en los mercados de crédito mundiales, éstas son mayores para economías en desarrollo, las cuales, también dependen de su grado de endeudamiento y de la salud de su economía para el acceso a recursos internacionales; dichas economías tendrán un freno fuerte en los flujos de capital. En el caso de Colombia, antes de la crisis actual, las calificadoras de crédito ya habían emitido conceptos a la baja; aún se mantiene el grado de inversión pero las condiciones se han deteriorado gradualmente en los últimos años.
En tercer lugar, ante la necesidad de un periodo claro de una expansión de la política fiscal y monetaria, en donde los países desarrollados tienen mucha mayor capacidad de maniobra, para el caso de las economías emergentes estas políticas se perciben como un mayor riesgo, lo que a su vez afecta las calificaciones de sus economías.
Ante la evidente inexistencia de un escenario de recuperación rápido, las políticas adoptadas deben apuntar al mediano plazo, es decir, para que a finales del 2020 podamos estar en una senda de recuperación, se necesitan tres políticas fundamentalmente: Primero, eliminar el dilema entre salud vs economía, buenas noticias en salud necesariamente generarán tranquilidad, aumentarán la confianza en la economía y la recuperación de su dinámica hacia la normalidad. Es una necesidad recuperar gradualmente la actividad económica con los protocolos de salubridad y los test aleatorios a la población para evitar que se propague la enfermedad y se mejoren las expectativas en la economía. En segundo lugar está el implementar una política monetaria expansiva y facilitar la liquidez en la economía; y en tercer lugar, implementar una política fiscal efectiva y agresiva.
Dadas esas tres condiciones necesarias para promover una recuperación en el mediano plazo, se generan también unas preocupaciones tomando en cuenta las condiciones de los países en desarrollo. En primer lugar, Estados Unidos estaba enviando mensajes políticos contradictorios en torno a su forma de enfrentar el virus; en segundo lugar, la necesidad de política fiscal expansiva dados los altos niveles de endeudamiento que vienen presentando varios países de América Latina, entre ellos Colombia. Siempre está presente el riesgo de caer en una situación de déficit pronunciado y posiblemente de recesión e inflación al mismo tiempo. Una tercera preocupación, es la rivalidad geopolítica que ya lleva varios años entre Estados Unidos y China de una parte, y por la otra las constantes tensiones para determinar cuotas en la producción de petróleo.
Si bien no se prevé una recuperación mundial rápida, la responsabilidad es la clave en la toma de decisiones. Se han anunciado medidas de todos los organismos multilaterales y posibilidades de crédito, especialmente para las economías en desarrollo, principalmente por el FMI con alrededor de 3 trillones de dólares para los países que lo necesiten. El gobierno colombiano ha hecho grandes esfuerzos para solventar la crisis social y lograr mantener la economía nacional apoyando sobre todo a las Pymes; pero sin duda, la senda de recuperación depende de la voluntad y el esfuerzo de cada individuo para cuidarse, cuidar a su comunidad y trabajar para salir de la crisis lo más rápido posible.
Juan Camilo Gaviría
Gerente BPO
Russell Bedford RBG