La presencia de las empresas en el mercado es una lucha constante por entrar y, sobre todo, por mantenerse vigente y conservar la preferencia de los consumidores. Posicionar un producto y hacer que este sea reconocido, recordado y preferido por los clientes podría enunciarse como uno de los principales retos de las empresas en la actualidad.
En las circunstancias presentes del mercado, en las que casi todos sus actores mantienen una relativa igualdad de condiciones para competir con sus rivales, la definición y ejecución de una estrategia efectiva se ha convertido en uno de los elementos vitales que debe acompañar cualquier iniciativa de ingreso y en especial de sostenimiento en el mercado de cualquier bien o servicio que se quiera ofrecer.
Para responder a esta necesidad de las empresas que se hace latente en la actualidad, se han desarrollado una serie de teorías, modelos y propuestas, que en general, buscan el mismo objetivo por caminos que a primera vista pueden verse diferentes, pero que convergen hacia postulados muy similares en los que se toma como primera opción romper los paradigmas del mercado, obtener información del entorno y entender su funcionamiento como sistema para así percibir los verdaderos deseos de este. Además de lo ya mencionado, es importante orientar la organización a la satisfacción de las necesidades, es decir, colmar las expectativas de los individuos que de una u otra forma evaluarán y elegirán la opción que más se adecúe a lo que esperan.
La obtención de utilidades y el posicionamiento de las marcas en el mercado que se atiende, siempre es un objetivo fundamental dentro de cualquier organización; teniendo en cuenta esto, las empresas hacen esfuerzos e invierten recursos para lograr causar el mayor efecto de atracción entre los consumidores a los que está dirigido el bien o servicio que ofrecen.
Para hacer posibles estos objetivos, hoy igual que siempre es necesario contar con un grupo humano que diseñe, planee y ejecute los procesos dentro de las organizaciones, cualquiera sea su tipo; siempre es necesario contar con un grupo de personas bien organizadas, y por consiguiente, con un liderazgo dentro de este grupo que logre coordinar y motivar las acciones necesarias para dirigir los esfuerzos hacia los objetivos planteados. En otras palabras, no basta con tener claros los conceptos de planeación, organización, dirección, control y coordinación de los procesos para alcanzar el éxito. Además de eso que debe darse por hecho, es necesario lograr motivar a las personas que ejecutan las acciones para que se logren alcanzar de la manera más eficaz posible los objetivos.
Un liderazgo efectivo es una necesidad continua en cualquier grupo social. Ha sido fundamental desde el inicio de la humanidad, y las organizaciones no son ajenas a ello. Es así como, desde el comienzo de la teoría administrativa, el concepto de dirección, o más bien, la necesidad de un liderazgo ha sido una constante, aunque con algunas variaciones.
Cuando por primera vez se bosquejó la “administración como una ciencia”, en la segunda década del siglo XX, se planteó la división del trabajo entre supervisor y obrero, dando al primero una autoridad formal, dicha autoridad era la que revestía el carácter de líder al que la tuviera (Taylor, 2003). Posteriormente en la llamada “Administración Clásica” se introdujeron conceptos para la consolidación del liderazgo formal en las organizaciones, estos fueron: la unidad de mando, la autoridad, las jerarquías, y la centralidad de las decisiones; que son elementos fundamentales en la coordinación de esfuerzos dentro de un grupo para la consecución de un objetivo (Fayol, 1994). Más adelante, la “teoría burocrática” definió las relaciones de subordinación y jerarquía dentro de una autoridad formal y regulada por un sistema de normas que sustenten la aplicación de cada decisión, pero igualmente el liderazgo estaba basado en la autoridad formal (Chiavenato, 2004).
Posteriormente, dada la deshumanización y el exceso de mecanización de la mano de obra, nace la “Teoría de las Relaciones Humanas” en la que se introducen conceptos de psicología y sociología a la teoría administrativa, dando lugar a la posibilidad de comprender las necesidades tanto físicas y emocionales, y del desarrollo de los individuos y relaciones de grupo dentro de las organizaciones (Chiavenato, 2004).
Así es como se inicia la introducción del concepto del cambio de paradigma del simple hombre-máquina a quien solo se puede motivar gracias al pago de un salario, por el de un ser humano con necesidades físicas y emocionales que deben ser estimuladas para lograr altos grados de motivación y así generar unos mayores niveles de productividad y compromiso (Capra, 1992).
Es decir, en la teoría administrativa hasta casi la década de los 80`s se ha mantenido un concepto de liderazgo hacia la maximización de utilidades en razón de funcionar de acuerdo a los principios de generar eficiencia y productividad animado por una dirección planificadora y controladora, dando por hecho que las personas solo ejecutan funciones. Sin embargo, debe entenderse, que todo lo planteado en la teoría ha sido desarrollado en un momento específico de la historia, con unas estructuras sociales determinadas, que a su vez, influencian las condiciones del entorno, y este a su vez, determina la forma en que se dirigen las organizaciones.
El rol del líder, inicialmente basado en la autoridad formal y en estructuras de normas, está en decadencia en muchos grupos sociales, y especialmente por el acceso al conocimiento y la movilidad de un trabajo a otro con la que cuentan los empleados. Este hecho ha desarmado los conceptos de estructura formal de poder como única fuente de recursos (poder-autoridad) para influenciar al grupo dirigido.
Como ya se mencionó, el mundo cambió, y las estructuras formales de poder, y aún, las mismas formas de solucionar los problemas, han mutado de la simple ejecución de un método establecido, a la necesidad de buscar nuevas formas de hacer las cosas que logren responder de una manera más eficaz a los problemas de la sociedad, y por supuesto, de las organizaciones. Así pues, es necesario para mantenerse vigentes en el mercado y lograr alcanzar los objetivos que se mencionaron al principio de este escrito, contar con personas, que a la larga, proporcionen a la empresa una ventaja, siendo capaces de desarrollar procesos de innovación; pero para mantener motivados a grupos con estas características, es necesario que el liderazgo también mute del estado de confort que brindaba la autoridad formal, hacia uno en el que su fuente sea el reconocimiento del grupo.
Juan Camilo Gaviría
Gerente BPO
Russell Bedford RBG